Lesson 1, Topic 1
In Progress

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Raquel Nomad May 10, 2022

Listening zone

Actividad 1. Mira este corto sobre Ana y ordena las imágenes en la secuencia correcta.

Actividad 2. Escribe un resumen del corto aquí:

Mi resumen del corto

Importante: ¡me explicarás este corto oralmente en clase!

 

 

Actividad 2. Puedes volver a verlo con subtítulos y anotar las palabras que no conocías.

 

Transcripción

En la tienda de animales
El verano pasado tuve la genial idea de comprarme un perro.
Todo empezó cuando Manuel me dejó. Y no se me ocurrió nada mejor que sustituirle por

un gran perro, con mucho pelo, y una boca enorme.

En el río

Yo siempre había estado en contra de tener animales en casa. Me parecía cruel para el animal y poco higiénico para las personas.

Ni siquiera quise que nos quedáramos con la tortuga que le habían regalado a Manuel por su cumpleaños sus compañeros de trabajo.

Era grande y fea. La tuvimos metida en el bidé, un par de semanas. Hasta que empecé a tener pesadillas en las cuales la tortuga se hacía gigante, y me perseguía por toda la casa. Conseguí convencer a Manuel que la llevase al río que pasa cerca de su pueblo. No volvimos

hablar más del tema. Aunque yo sabía perfectamente que a él le hubiera encantado tener un gatito o un perrito, o un pájaro.

En la tienda de animales

Quizá, fue por eso, por venganza que decidí comprarme un perro. “Ahora que ya no estás me compro un perro y te quedas sin conocerlo”.

Pero, claro, ni siquiera se enteró. Dependienta: – ¿Se lo envuelvo? Ana: – ¡Menuda venganza!

En casa

Me recomendaron que le pusiera un nombre monosílabo para que el perro lo asimilase antes. Decidí llamarle Man. Me gustaba porque era la mitad de Manuel y además significaba hombre en inglés.

-Aunque sólo seas medio “Manuel”, eres mucho más hombre que él.
Manuel tiene una parte de hombre y otra de “uel”.
¿Para qué queremos esa parte que no significa nada, que sólo trae recuerdos y nostalgia? En el parque
A principio, cuando lo sacaba a pasear por el barrio, me daba un poco de vergüenza llamarle

por su nombre. Pero después de oír las cosas tan malsonantes que la gente llamaba a sus perros, dejé de tener cualquier tipo de reparo.

Ana: – ¡Man! ¡Ven aquí!

En el mercadillo

Man y yo solíamos ir todos los domingos a un mercadillo. A él le encantaba. Pasaba la mañana de puesto en puesto detrás de todo lo que se movía o llamaba su atención. Me recordaba cuando iba con Manuel que disfrutaba enseñándome todo tipo de trastos viejos. Volvía loco a los tenderos regateando todo sin parar. Él siempre me decía que había que regatear, que subían el precio para los turistas, pero a mí me daba vergüenza.

Man creció y aunque le había cogido cariño después de varios meses conviviendo con él, empecé a hartarme. No era ni la mitad de lo que había sido Manuel. No era más que un pobre perro que se merecía algo mejor que vivir conmigo.

La Navidad

Llegó la Navidad, y un amigo me regaló un disco en el que una de las canciones me retrataba perfectamente. Decía que tener un gran perro cuando se es joven y no se quiere estar solo es ya un aviso de derrota. Si fuéramos tan libres como decimos no necesitaríamos perros para reemplazar a nadie. Me sentía fatal. Ponía la canción una y otra vez, mientras Man me miraba con esos ojos que parecía que me comprendían. Yo quería ser libre. Pero esa mitad de Manuel que todavía estaba conmigo me lo impedía. Quizá con otro nombre me había ayudado a olvidarle. Pero ya era demasiado tarde para cambiárselo.

Así que tuve que tomar una decisión. Como todos los años, el día 24 fuimos a cenar toda la familia a casa de mis padres. No les había contado nada de Man. Ni siquiera que Manuel me había dejado.

La cena siempre terminaba con la entrega de los regalos de Navidad. Cada año mi madre hacía un sorteo para decidir quién le regalaba a quién. El año pasado me había tocado Manuel. Le hice una bufanda de lana y él me regaló un álbum lleno de fotos. Este año me tocó mi hermano Javier. Le había comprado una colonia. Pero cuando estaba en casa envolviéndola, me di cuenta de que ésa era mi oportunidad de deshacerme del perro y empezar una nueva vida. Dejé a Man en el coche durante la cena. Y en el momento de dar los regalos bajé a por él. Pero abajo, donde los había dejado, no estaban ni el coche ni Man. Era la segunda vez que me robaban el coche. Pero la primera que me lo robaban con perro dentro. El coche lo encontró la policía en un descampado a los pocos días. Pero del perro ni rastro.

Sabía que tenía que estar contenta por no tener que preocuparme más de él. Sin embargo, estaba triste. Mucho más que cuando me dejó Manuel. Puse carteles con la foto de Man por todo el barrio. No hubo noticias durante varios días. Hasta que una mañana llamaron a la puerta.

En la puerta de casa

– ¡Manuel!

– Manuel y Man juntos. (voz off)
No me lo podía creer. Me contó que se lo acababa de comprar ese mismo día en el

mercadillo. Y que, aunque pareciese difícil de creer, había tenido la sensación de que había sido el perro el que le había arrastrado hasta mi casa.

Además, me dijo que me echaba de menos y que quería volver a estar conmigo.

Man enseguida me reconoció y empezó a jugar. No quise contarle nada a Manuel y se extrañó mucho de que el perro fuese tan cariñoso conmigo. Me dijo que le había llamado Max. A mí me pareció muy bien. Para el perro sonaba casi igual y para mí era un tercio de “Manuel” y una parte “X” desconocida que había hecho que nos volviésemos a juntar los tres.

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